lunes, 12 de noviembre de 2007

Equilibrio

El balance es una especie de don algo raro que no sé si tenga yo. Cuando era chica solía tropezar seguido... se me atravezaban las paredes, o se me movía el piso y de alguna manera siempre terminaba en el suelo, cosa que siempre hacía reir a quienes me rodeaban y sobretodo a mi madre que puede pasar horas carcajeandose viendo los videos dónde la gente se cae o se tropieza, y si lo ve en vivo es todavía peor. Todavía hoy en día, de vez en cuando, pierdo el piso y me doy unos buenos azotones. Siempre me dijeron que era por distraida, y probablemente tenían razón. Siempre ando pensando en mil cosas a la vez y cuando mi cabeza va a explotar con tanta cosa al mismo tiempo parece que mi cuerpo en protesta pierde el equilibrio para hacerme reaccionar y darle un descanso a mis neuronas.

Sin embargo el balance físico no es tan importante (bueno siempre y cuando no acabe yo con el cuello roto por ahí). El equilibrio importante es el que tenemos en la vida cotidiana. Disculparán la siguiente fumadés, pero el otro día estaba viendo La espada en la piedra, una de mis películas favoritas (Arquímides es la neta), y hay una escena dónde el Grillo canta de los opuestos (arriba y abajo, si y no, etc.,), y bueno, el caso es que a pesar de que existan los opuestos, yo no estoy muy segura de creer en ellos. Creo que los seres humanos somos más bien equilibristas, andamos por ahí en cuerdas flojas, balanceándonos entre el bien y el mal, indecisos siempre entre el sí y el no, entre el cielo y la tierra. Somos cambiantes. Aún las personas más aferradas que conozco, o más definidas, por llamarle de otra forma, no puedo decir que sean del todo buenas o malas, blancas o negras. Hay por ahí tonalidades, que nos dan a todos una cierta riqueza, y cuando se encuentra el balance preciso, entonces tal vez se consigue cierta felicidad, mientras la cuerda no se afloje de nuevo.




Saludos

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